Introducción

Se dice pronto, pero son casi mil años de Edad Media. Aunque no podamos comparar los avances técnicos con nuestra era, también en la Edad Media se dieron cambios importantes en las distintas áreas de la cultura y sociedad. Ahora vamos a ver como es que trovadores, troveros y minnesinger aparecen en el escenario de esa época.
La cultura cortesana medieval se distingue de toda otra cultura cortesana anterior —e incluso de la de las cortes reales helenísticas, ya fuertemente influidas por la mujer— en que es una cultura específicamente femenina. Es femenina no sólo en cuanto a que las mujeres interviene en la vida intelectual de la corte y contribuyen a la orientación de la poesía, sino, también, porque en muchos aspectos los hombres piensan y sienten de manera femenina. En contraste con los antiguos poemas heroicos, e incluso con las chansons de geste francesas, que estaban destinadas a un auditorio de hombres, la poesía amorosa provenzal y las novelas bretonas del ciclo del rey Arturo se dirigen, en primer lugar, a las mujeres. Leonor de Arquitania, María de Champagna, Ermengarda de Narbona, o como quiera que se llamen las protectoras de los poetas, no son solamente grandes damas que tienen sus “salones” literarios, no son sólo expertas de las que los poetas reciben estímulos decisivos, sino que son ellas mismas las que hablan frecuentemente por la boca del poeta.
La lírica trovadoresca es una “poesía de sociedad”, en la que incluso la experiencia real debe encubrirse con las formas rígidas de la moda imperante. Todas las composiciones cantan a la mujer amada en la misma forma, dotada de las mismas gracias y la representan como encarnación de las mismas virtudes e idéntica belleza; todas las composiciones están integradas por las mismas retóricas, como si todas fueran obra de un solo poeta.
Una gran parte de los trovadores y de los minnersänger eran de origen humilde, pero, dado que un juglar bien dotado que contase con un noble protector podía alcanzar fácilmente el estado caballeresco, la diferencia de origen no tenía gran importancia. Ellos fueron los que en forma de canción amorosa formularon de manera cortesana, pero no totalmente ficticia, su homenaje a la dama, y colocaron el servicio de la mujer al lado del servicio del señor; y ellos fueron quienes interpretaron la fidelidad del vasallo. En esta trasposición de la situación económica y social a las formas eróticas del amor, actuaron también, indudablemente, motivos psicológico-sexuales, pero incluso éstos estaban condicionados sociológicamente.
La mayoría de los investigadores, con Konrad Burdach a la cabeza, quiere señalar un origen árabe a la novedad del amor caballeresco y de la poesía trovadoresca. Existe efectivamente, toda una serie de motivos que son comunes a la lírica amorosa provenzal y a la poesía cortesana islámica, sobretodo en la entusiasta exaltación del amor sexual y el orgullo de la pena amorosa; pero en ninguna parte se nos da una prueba auténtica de que los rasgos comunes —que, por lo demás, están bien lejos de agotar el concepto del amor cortesano caballeresco— le vengan a la poesía trovadoresca de la literatura árabe. Uno de los rasgos fundamentales que hacen aparecer dudoso tal influjo directo es que las canciones árabes se refieren en su mayor parte a las esclavas. Y en ellas falta totalmente la fusión del concepto de la señora con el de la amada, que es lo que caracteriza la esencia de la concepción caballeresca.
El matiz espiritualista del amor cortesano caballeresco es, indudablemente, de origen cristiano; pero trovadores y minnersänger no tuvieron por qué tomarlo de la poesía clerical; toda la vida afectiva de la cristiandad estaba dominada por el espiritualismo.
Los juglares, que se encuentran de nuevo en todas las cortes, y que en lo sucesivo forman parte de la comitiva. Incluso en las cortes más modestas, eran expertos histriones, cantaban y recitaban. ¿Eran obra suya las composiciones que recitaban? En un principio, como sus antecesores, los mimos, probablemente tuvieron que improvisar con frecuencia, y hasta la mitad del siglo XII fueron, sin duda alguna, poetas y cantores al mismo tiempo. Más tarde, sin embargo, debió de introducirse una especialización y, al parecer, al menos una parte de los juglares se limitó a la recitación de obras ajenas.
La lírica amorosa de los vagantes se distingue de la de los trovadores sobre todo en que habla de las mujeres con más desprecio que entusiasmo, y trata el amor sensual con una inmediatez casi brutal.

Guillermo de Aquitania o Poitiers

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